Las Camas de Fidelusto

LAS CAMAS DE FIDELUSTO Colaboracion Especial de Luis Bernal Lumpuy Procusto era el sobrenombre que quedó en la historia de Polipemón Dam...

LAS CAMAS DE FIDELUSTO
Colaboracion Especial de Luis Bernal Lumpuy

Procusto era el sobrenombre que quedó en la historia de Polipemón Damastes, un monstruo mitológico hijo de Poseidón. Según cuenta la leyenda, fue un bandido del Ática que no sólo robaba a los viajeros sino que tendía a sus víctimas sobre una cama de hierro y les cortaba las piernas, si eran demasiado grandes, o se las estiraba si eran pequeñas.
Según el mito griego, Procusto tenía una casa a mitad del camino entre dos grandes ciudades. Debido a su ubicación, los viajeros llegaban ahí con frecuencia para comer y pasar la noche. La hospitalidad de la casa de Procusto era mayor de la que recibían los forasteros en otros sitios. Las comidas eran suntuosas y los cuartos amplios. No se aceptaban propinas. Procusto les permitía que se sintieran como en casa y no había reglas que cumplir. Había un solo requisito: todo el que durmiera allí tenía que caber perfectamente en la cama de hierro. Si quedaba corto, se le estiraba. Si quedaba grande, se le cortaba. Muchas personas cabían bien en la cama, dormían bien, y salían alabando la hospitalidad de Procusto, contándoselo a sus amigos en diversas ciudades, y animándolos a hospedarse con él. Por supuesto que nadie escuchaba el testimonio de quienes morían en la casa de Procusto.
Cualquier parecido con un personaje actual de la mitología caribeña NO ES pura coincidencia. Ese tipo de monstruo social es el resultado de la envidia y la ambición convertidas en estructuras rígidas, ya se trate de semidioses del Olimpo o de endiosados caribeños.
Fidelusto, como su contraparte griego, también tiene su cama para medir a los demás . y para robarlos. Es decir, tiene unas cuantas camas. Por ejemplo, una para los turistas y otra para los nacionales; una para los obreros manuales y otra para los profesionales; una para los ricos inversionistas extranjeros y otra para los “merolicos” criollos que tratan de sobrevivir vendiendo artículos de poco valor; una para los burócratas del partido, los sindicatos controlados y los chivatos de los comités de defensa, y otra para los ciudadanos comunes y corrientes; una para los que en otros países se oponen al gobierno y otra para los opositores a su propio régimen. En fin, Fidelusto ha superado a Procusto. Eso sí, su ética “revolucionaria” no es nada diferente de la ética “olímpica” de su mentor griego. Al igual que Procusto, Fidelusto es un bandido, un ladrón de siete suelas, y a todos los roba y los recorta y los estira a su propio antojo.
En eso de “hacerle la cama” a los demás, Fidelusto supera al personaje de la leyenda griega. Les hizo la cama a quienes lo acompañaron en su mítica cruzada de fines de la década de los años cincuenta, y después no los recortó sino que los partió por el medio en un pelotón de fusilamiento, así como les “partió la siquitrilla” con las diversas “leyes revolucionarias” a los que habían cooperado económicamente con su aventura guerrillera. Los pocos que se salvaron de la cama del paredón, sufrieron el estiramiento cruel de años en las prisiones fidelustas. Después les hizo la cama a los ahora difuntos países socialistas, cuyos herederos no saben cómo cobrar la deuda exterior que Cuba tiene con ellos, y los estiró hasta el infinito sacándoles todo lo que pudo con el simpático cuento del internacionalismo proletario. Y desde el principio le hizo la cama a un pueblo ingenuo que creyó en su demagogia, y lo ha estirado con hambre durante treinta y cinco años mientras le ha cortado la cabeza a todo el que se haya atrevido a mostrar altura y dignidad ciudadana. Ahora les está haciendo la cama a los avaros extranjeros que, sin importarle el dolor de un pueblo tan estirado y recortado por Fidelusto, están invirtiendo codiciosamente en la mítica islita del Caribe.
La verdad es que el Procusto de la leyenda se ha quedado corto, porque al menos él le perdonaba la vida al que se ajustara al tamaño de su cama. Fidelusto no tiene piedad con nadie porque para él nadie alcanza la estatura perfecta (que es la suya, por supuesto), y todo el mundo se queda demasiado corto o demasiado largo. Si un funcionario gubernamental comete un error, le corta las manos; y si denuncia un error cometido por el gobierno, le corta la cabeza. Y el infalible Fidelusto, que jamás se equivoca, sonríe cínicamente, seguro de que mientras él sea el dueño de las camas nadie lo va a medir. Él mide, sin embargo, a todo el mundo.
De cuando en cuando oímos hablar de uno de esos extranjeros ingenuos, o tontos útiles, que han salido vivos de las camas de Fidelusto, y que elogian las bondades del bandido caribeño como elogiaban algunos griegos al generoso Procusto. Y conste que no los ha recortado porque se ajusten a sus camas, sino porque el barbudo helénico tiene modernas camas ajustables para casos especiales con quienes le conviene mantener las formas. Tiene una cama ajustable para los inversionistas que nadan en dólares, otra para los políticos que insisten en ver el problema de la isla como una confrontación cubano-norteamericana y otra para algunos religiosos latinoamericanos que añoran la época de oro del socialismo, cuando desde Europa oriental vía La Habana les llegaba el generoso financiamiento para sus nada piadosas comunidades “teológicas de la liberación”.
Pero a cada Procusto y Fidelusto le llega su día. Según cuenta la leyenda griega, a Procusto lo mató Teseo, el héroe ateniense que tomó parte en la guerra de los centauros, en la conquista del vellocino de oro y en la caza del monstruoso jabalí de Calidonia. Teseo sometió a Procusto al mismo tormento al que él había sometido a sus víctimas. El “Teseo” de Fidelusto, que es la historia con la que ha vivido siempre obsesionado, también lo medirá en su propia cama.
Vale la pena recordarle a Fidelusto que, sin que importe cuánto logre estirar el sufrimiento de Cuba, tarde o temprano llegará la libertad, y que, aparte de la historia, hay un Dios que oye el grito de angustia de ese pueblo. Y parafraseando la sentencia de Jesús, le anunciamos que “con la cama con que midas, se te medirá”.
Es lamentable que también en esta orilla del Estrecho de la Florida algunos tengan sus camas para medir a los demás. Es la vieja historia de la envidia y la ambición. Hay medios informativos que recortan o estiran con términos peyorativos a los activistas políticos o intelectuales que dentro o fuera de Cuba se oponen al castrismo con perspectivas diferentes de los dueños de las camas. A cualquiera que tenga una visión distinta se le apedrea verbalmente, y se le excluye del grupo de los elegidos. En algunos casos ni siquiera se les menciona, como si no existieran, de modo que los fusilan en el paredón de la censura. Dios quiera que no llevemos a la isla tales camas. Después de Fidelusto, no hacen falta en Cuba más Procustos.

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