HOTEL LISBOA
Hay en la ciudad de Vigo en España un hotel que se llama Hotel Zenit. Antes se llamaba Hotel Lisboa y era el Hotel contratado por la ofic...

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Antes se llamaba Hotel Lisboa y era el Hotel contratado por la oficina de la Flota Cubana de Pesca que tenía una de sus bases en la ciudad gallega para los relevos y la estancia de los gerifaltes de la Flota y de las Zonas de Pesca.
Alli llegábamos invariablemente de madrugada, al principio después de un vuelo Habana-Madrid más otro desde Santiago de Compostela.
Después era desde Madrid en guagua, un viaje de aproximadamente 7 horas y 684 kilómetros me imagino a causa de las siempre austeras (para nosotros) medidas de ahorro de la "asediada" Revolución Cubana.
Parabamos varias veces para desocupar las vejigas y un par de veces para hartarnos de tortilla española con excelentes -no se como era posible a esas horas- barras de pan calientes y un vaso de vino o agua La Pitusa de sabores.
Yo prefería siempre el vino y no por hábito etílico sino por el frío que se colaba por debajo de los pantalones cada vez que saldríamos del clima agradable de aquellas guaguas modernísimas con los asientos reclinables donde uno se dormía inmediatamente.
Los Hostales donde parabamos casi siempre estaban vacías y comíamos con los ojos puestos en la televisión a color capitalista; los anuncios de Freixenet y de gatos Friskies se mezclaban con la música de Esta Noche Fiesta en diferido.
Finalmente tras siete horas más o menos llegábamos al hotel Lisboa donde también nos estaban esperando con una habitación para dos, limpísima con fragantes sábanas blancas y unas almohadas cuyo aroma aún recuerdo vívidamente.
Al otro día el desayuno, pan, croissants, cafe, mantequilla, mermelada, varios tipos de galleticas, que después supe que se llamaban pasteles o pastas y jugos de varios tipos: naranja, manzana, y peras eran los más presentados.
Por lo general, despues del desayuno venia algun gerifalte de la Oficina de la Flota a decirnos cuando nos ibamos del hotel hacia los buques asignados y en dependencia de los Dias de estancia en el hotel, nos daban 500 pesetas por dia para comer.
Ese dinero lo estiramos hasta lo imposible para poder comprar algunas cosas para la familia y para nosotros mismos.
Recuerdo una pequena fonda con el menu del dia que consistia en una chuleta con ensalada y papas fritas, todo el pan que quisiéramos con mantequilla y la consabida Agua La Pitusa. Todo eso por 150 pesetas (aún no existe el euro).
Hubo casos que compañeros de la Flota se quedaron por semanas en el Hotel y sus posibilidades económicas aumentaban exponencialmente pero no tuve nunca esa suerte, lo más que estuve en el Lisboa fueron dos semanas.
Enseguida me montaban en mi barco rumbo al Atlántico Sur.
Mientras duraba la estancia en el Hotel caminamos mucho por aquella Vigo del 1977, cazando las liquidaciones y visitando cada día el último piso del Corte Inglés, OPORTUNIDADES se llamaba, que para nosotros de oportunidades nada, para nuestros exiguos bolsillos todo estaba carísimo.
Pero conocimos a Aurelio el de las tres B ( Bueno Bonito y Barato) enérgico gallego que nos vendía Levis falsos , conocimos la Ria, el sector pesquero , los astilleros de donde salían los Ríos: Hijos de José Barreras, Cangas do Morrazo y sus bazares de los domingos y las fiestas patronales de los numerosos pueblos de los alrededores, Teis, Chapela, A Portela, donde las galleguitas miraban a los negros y mulatos cubanos como los tan anunciados latin lover de las revistas Hola e Interviú desbordadas de desnudos en la era del destape español.
Después de regresar al Hotel Lisboa en la tarde, un baño ya la calle de nuevo a comer algo ya que nos atiborramos en el desayuno para solo comer un bocadillo en la tarde: 100 pesetas un pan con jamón y queso y una Coca-Cola ya esperar el desayuno con el estómago pegado al espinazo ahorrando lo más posible, para comprarnos aquel pulovito del Red Baron o el Levis que Aurelio tenia en rebaja.
Las caminatas durante el día eran misiones de reconocimiento en busca de rebajas o liquidaciones y así pasamos el tiempo, hasta que llegaba el día en que se parqueaba una guagua en la Gran Vía y allá íbamos con nuestras matules al muelle y subíamos la escala rumbo a nuestros camarotes.
Por lo general el barco demoraba unos días en zarpar y teníamos un poco más de tiempo para husmear por la ciudad, pero llegaba el día en que se retiraba la escala y el Rio enfilaba majestuoso su bulbo rojo hacia el Atlántico y nos perdíamos en la inmensidad. del mar como decía Las Aventuras por seis , siete meses y hasta más.
Era muy raro que el mismo barco regresara a Vigo, por lo general el relevo se hacía en Las Palmas o en Angola.
Pero era muy posible que la próxima campaña se iniciara en Vigo, por tanto volviamos a ser huespedes del Hotel Lisboa, refugio y descanso de los ávidos cubanos cazadores de pacotilla, infatigables rastreadores de bisutería barata para exhibir en La Habana, La Poma, sede de todas nuestras ilusiones perdidas.
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