ROJAS

  Me habían acabado de expulsar de la Flota Cubana de Pesca, a la cual había entrado como Oficial de Maquinas graduado de la ESP Andrés Gonz...

 Me habían acabado de expulsar de la Flota Cubana de Pesca, a la cual había entrado como Oficial de Maquinas graduado de la ESP Andrés Gonzales Lines y de la Academia Naval en 1976.

Oscuros personeros de la Involución Cubana fraguaron el complot para adornar sus patéticas carreras a través de mí y de mi afición por los equipos de HIFI.

Planearon su operación desde alguna oficina de la Base de la FCP en las Palmas de Gran Canaria camuflados como personal civil de la Base cuando en realidad eran chivatones a sueldo de la seguridad del estado.
Los pormenores del terrible hecho (terrible para mi) quedan explicados al detalle en el capítulo El Naufragio de mi libro EL DIARIO DE UN ADVENEDIZO.
Aun sin entender completamente que ya no era oficial de máquinas y que jamás pisaría la cubierta de un Rio y que nunca más me sentaría a proa a leer escuchando como el bulbo hendía las aguas de un océano cualquiera, se impuso la urgencia de buscar trabajo para asumir la manutención de la familia.
Fui a los talleres de Ciénaga donde reparaban las locomotoras pensando que, por tener motores de combustión interna, podía encontrar algo, pero la gestión fue sin resultado.
Di dos o tres tropezones más y no me acuerdo como fui a la empresa de Obras Marítimas de Regla, donde el Jefe de Personal se interesó en mi diploma y en mi experiencia como marino y como maquinista.
Me envió al taller de Montaje donde conocí a Rojas, el jefe, un señor ya de unos 60 años que me explico lo que hacían y quede contratado como Mecánico A.
Recuerdo que me llevo a un rincón del taller donde tenían en el banco de pruebas un pequeño motor de seis cilindros y me pregunto si lo podía arreglar ya que había un problema que no podían resolver.
Le pedí la documentación del motor y creo que esto lo impresiono grandemente.
Subió a su oficina ubicada en el mismo taller (una barbacoa amplia e iluminada que tenía un pequeño buro y una mesa de dibujo) y regreso con un libro y una carpeta del Volvo Penta Indenor, un pequeño motor marino sin demasiadas complicaciones.
Me dijo que regresara al día siguiente para empezar a trabajar.
Al día siguiente ya me había leído algunas partes del manual y sabía por dónde podía encontrarse la falla y le dije a Rojas que podía ser en la bomba de combustible y que quizás alguien había manipulado la regulación.
Así mismo fue.
Envió la bomba a un taller especial que se encargaba de la regulación de esos artilugios y la bomba regreso tarde, como a las tres y el taller cerraba a las cuatro y Rojas y yo nos quedamos, montamos la bomba y el motor arranco sin problemas.
Ese fue el punto de inflexión donde Rojas y yo iniciamos una amistad sin estridencias únicamente basada en el respeto como hombres y como profesionales.
Le llamo la atención que alguien le pidiera el manual de un motor en un entorno donde la gente hacia los trabajos de modo empírico sin   casi ninguna formación académica.
El taller se dedicaba a montar todos los sistemas tanto de propulsión como grupos electrógenos de los nuevos barcos que se construían para los trabajos de dragados y otros menesteres de la Empresa de Obras Marítimas. 
Se construían buques areneros y se reparaban las dragas y los llamados Gánguil que eran las embarcaciones que recibían el material del fondo marino extraído por las grúas de dragado.
Aprendí mucho de ese negocio bajo su supervisión y guía e intimamos en nuestra mutua antipatía por el sistema implantado en Cuba.
Pronto me di cuenta que el lugar podía ser peligroso.
Estaba lleno de personas que odiaban al régimen, pero se mantenían muy cerca de grandes personeros del gobierno tratando de vivir lo mejor posible. 
Viajaban a Panamá muy frecuentemente y exhibían los Rolex y Levi’s;  atributos de los adláteres del comunismo sin sonrojarse.
Lo particular es que eran buena gente, no discriminaban, no chivateaban, como llamamos en cubanos a los espías y traidores , ayudaban cuando el momento lo requeria y  hacían favores.
Rojas me enseñó a navegar entre esa gente sin salpicarme ni comprometerme.
El director de la empresa recibía encargos desde las alturas, arreglar yates y embarcaciones de recreo de altos dirigentes del gobierno y le pasaba esas tareas a Rojas que era el único con el conocimiento para ello.
Y yo siempre lo acompañaba.
Tenía una caja completa de herramientas Snap On Tools y decía que eran las mejores del mundo y con mucha frecuencia durante la hora del almuerzo hablamos de muchos temas y una vez le conté mis desgracias y como había llegado allí.
Rojas se enfureció y me parece que me tomo más cariño y más respeto y me considero aún más, si eso fuera posible.
Me enseno hasta el último truco de como montar la línea de propulsión de los barcos, los secretos de los sistemas hidráulicos, me daba valiosas conferencias bajo el casco de los buques que construíamos, me ensenaba las sutilezas escondidas y, sobre todo, el valor del trabajo honesto y profesional, aun cuando no comulgase con las muelas oficiales y las fechas de entregas a como diera lugar. 
Era un hombre recto y honesto en todas las facetas de la vida y sus enseñanzas fueron muy valiosas para mí.
Vivía en El Cotorro y siempre llegaba antes que nadie en su carro que era un Ford Custom 300 azul y blanco en perfecto estado y que cuidaba con mucho esmero.
Un día, llegué y no vi el carro de Rojas.
Seguí hacia el taller y comencé las tareas del día y como a la hora llega uno que trabajaba en el piso donde estaban las Oficinas de los Jefes de la Empresa y que además de ser gran amigo de Rojas, vivía muy cerca de su casa.
Me dice que al Viejo le dio un derrame cerebral y que estaba en el hospital.
Como es natural le hice varias visitas y lo ponía al día de lo que sucedía en el Taller y mucha gente de la empresa fueron a verlo también, incluso gente que nada tenía que ver con el taller de Montaje, pero que apreciaban mucho al Viejo Rojas.
Salió del hospital en unas dos semanas y se incorporó al taller, pero algo no funcionaba bien.
Se le olvidaban los nombres de las cosas y a veces en público lo tenía que llamar a un lado para que en privado me dijera que quería decir y no ofrecer el lamentable espectáculo de un hombre brillante en su oficio que no puede nombrar correctamente tal o más cual pieza.
Era lamentable verlo así, y su fuerza de voluntad lo mantuvo en su puesto hasta que unos meses después, dejo de existir.
Fueron muchas personas a presentar sus respetos; trabajadores, personal de oficinas y "gente de las alturas". Indudablemente que era un hombre muy respetado a todos los niveles.
Unos días después, me llaman a la oficina del jefe del Astillero y cuando entro la refrigerada oficina me encuentro a los más altos personeros de los astilleros sentados alrededor de la mesa ovalada típica de las oficinas en cuba de la época.
Me comunican que a partir de ahí yo era el jefe del taller de montaje.
Me defendí como pude:  falta de experiencia, falta de conocimientos, ausencia de Rojas, y demás argumentos.
No quería semejante puesto que entrañaba inmensas responsabilidades tanto de tipo profesional como políticas y yo no quería de ninguna manera estar en el medio de tales huracanes.
La cuestión se zanjo cuando el jefe del astillero dijo que Rojas antes de morir le había dicho que el único que podía ocupar su puesto exitosamente era yo.
Le dije en su cara que no creía que eso fuera verdad.
El tipo no se inmuto ni se ofendió (yo pensé que había ido demasiado lejos) y me dijo que él y el alto mando de la empresa tenían la misma opinión e incluso el gurú técnico del astillero -un hombre de enorme experiencia en la construcción naval de Cuba - coincidía.
Le pedí un tiempo para pensarlo y ya un poco en su posición de jefe me dice que no hay nada que pensar y dio por terminada la reunión.
Mi historia como Jefe del mítico Taller de Montaje de Obras Marítimas de Regla fue gloriosa y accidentada. Llenaría muchas páginas y baste decir que me siento orgulloso y creo que no defraude la confianza del Viejo Rojas, ni manche en lo más mínimo su legado.
Incluso, puse su nombre bien alto al resolver un problema muy serio que nadie había podido resolver relativo a unos controles recién comprados en Panamá que no funcionaban en el flamante arenero Numero 4 recién botado al agua.
Como todas las cosas de esta vida, uno evoluciona y se desarrolla y deje ese puesto para ser Jefe de Reparaciones del mismo astillero y después del concurso de Juventudes Musicales donde gane el primer premio, me ofrecieron un escritorio en el Instituto de la Música como organizador de Eventos y la posibilidad de escribir en la revista Clave, desde donde se abrieron las posibilidades de trabajar en mi pasión de siempre, el sonido , los cables y las consolas, lo cual forma parte de otra historia.
Deje Regla y Obras Marítimas, el lugar del cual guardo agradecidos recuerdos por acogerme y protegerme en los momentos cuando más vulnerable estaba.
Y sigo agradecido con el Viejo Rojas, por ensenarme todo lo que sabía y por indicarme en ciertos momentos el mejor sendero a seguir.
Parte de mi comportamiento en la vida, parte de mis más brillantes momentos como hombre recto y de respeto, tienen su rúbrica.
 
 

Related

Crónicas 1023891153398778658

Publicar un comentario

Sígueme en mis redes sociales


Te espero en mi canal de Youtube


Ayúdanos a difundir el mensaje

Archivo del blog

Paises que nos consultan

Flag Counter

Entradas populares

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

item
- Navigation -