EL GRAN HERMANO OCCIDENTAL

Anoche estuve revisando varios materiales sobre el nuevo “plan de 28 puntos” para la paz en Ucrania, del cual súbitamente todos parecen habe...







Anoche estuve revisando varios materiales sobre el nuevo “plan de 28 puntos” para la paz en Ucrania, del cual súbitamente todos parecen haberse desesperado por opinar. Y esta mañana, mientras lidiaba con la tragedia doméstica de haberme quedado sin Bustelo —cosa común en esta república indo-islámica de Norteamérica, donde un simple café latino es artículo de lujo— me fui al Excelsior para seguir leyendo.
(El Excelsior es bebible, pero nunca estará a la altura del difunto Medaglia D’Oro, aquel expreso italiano glorioso que desapareció con el COVID).

En fin. Estaba sumergido en la farsa de los 28 puntos cuando me topo con un extenso artículo de uno de esos plumíferos ingleses reciclados por los androides de la CBS aquí en Canadá, en el que vuelven a la cantaleta del “sistema de control social” de China.
Como es de esperar, no escatiman críticas al régimen chino y a su disciplinado control de vidas y haciendas.

En varios programas míos y con el dilecto colega Carlos Carballido, he dicho que los ciudadanos de Occidente viven engañados de muchas maneras, viven engañados de su grandeza, de su invencibilidad, de su potente economía y también he dicho que son tan vagos que ni siquiera miran por su ventana para ver que todo eso es una quimera.
Hablan de libertad y de democracia y califican a sus países como centros indiscutibles de libertades y de paladines de democracia cuando todo eso es mentira. 
Occidente siempre ha querido que otros países adopten sus modelos sociales y políticos y siempre mira y juzga a otros países y otra cultura a través de esta óptica, como sucede frecuentemente con China y Rusia.
Su prensa, la corrupta y mentirosa prensa occidental no se cansa de martillear desinformaciones sobre estos temas sin decir jamás la verdad que es simplemente que muchos países de occidente tienen sistemas de control social muy parecidos al de China.
Veamos que es el SISTEMA DE CREDITO SOCIAL de China. 
El “Sistema de Crédito Social” en China Es un conjunto de programas gubernamentales y privados que buscan monitorear y calificar el “comportamiento confiable” de ciudadanos y empresas.
No es una sola base de datos centralizada como a veces se describe en Occidente, pero sí es un ecosistema de vigilancia masiva que opera a varios niveles.
No tiene un “puntaje único” para cada persona, pero, aunque la prensa a veces lo describe como un “crédito social tipo Black Mirror”, en la práctica no existe un número nacional único asignado a cada individuo. 
Sí hay listas negras y listas rojas locales, sectoriales y nacionales y el monitoreo del sistema depende de la ciudad, la provincia y el programa específico que sus propias categorías. 
Hete aquí alguna de ellas:
Factores legales y administrativos
Pagos de multas.
Deudas no saldadas.
Incumplimiento de decisiones judiciales.
Licencias comerciales y cumplimiento regulatorio.
Comportamiento público y cívico (dependiendo del lugar)
Irresponsabilidades en el tránsito (cruces indebidos, infracciones).
Fraudes, estafas, falsificación.
Comportamientos “perturbadores” según códigos locales.
Actividades consideradas “pseudocientíficas” o fraudulentas.
Acciones percibidas como “deshonestas”
Publicar información considerada “falsa”.
Negarse a cumplir contratos.
Realizar negocios irregulares.
Las consecuencias de las violaciones a estas características no son uniformes, pero las más comunes son:
Sanciones
Restricción para comprar boletos de tren de alta velocidad y vuelos.
Limitar acceso a créditos bancarios.
Acceso más difícil a empleos gubernamentales.
Prohibición de escuelas privadas de élite para hijos de personas en listas negras.
Imposibilidad de abrir negocios o obtener licencias.

Las recompensas al cumplimiento 
Trámites más rápidos.
Prioridad en servicios públicos.
Acceso a créditos más baratos.
Reconocimientos locales.
No es un sistema perfecto ni unificado.  De hecho, hay mucha variación local. Muchas ciudades usan apps obligatorias, como Huayan o Pinyin Zhengxin, que brindan puntajes internos. 
Pero el sector privado está mucho más vigilado que las personas. China tiene uno de los sistemas regulatorios empresariales más intrusivos del planeta, donde todo negocio puede ser inspeccionado, rankeado o penalizado por detalles mínimos.
Indudablemente China presenta un sistema de vigilancia masiva muy avanzado que incluye cámaras de reconocimiento facial, integración con datos bancarios y judiciales, monitoreo de redes sociales y como es natural, una casi total integración de la Inteligencia Artificial. 
Pero es falso que instrumente un “score universal” que aparezca flotando sobre la cabeza de cada persona (como en Black Mirror) o castigos extremos automáticos sin intervención humana.
Lo motivos para este sistema son lógicamente más control y obediencia social al mismo tiempo que puede reducir la oposición organizada. 
Pero también garantiza más orden público y reducción del fraude y facilita lo que se ha dado en llamar “Modelo de Gobernabilidad Algorítmica" que es una pieza clave en el sistema de control nacional del partido comunista de China.
Ahora bien: ¿Existe algo así en Occidente?
No en forma estatal directa, pero sí existen sistemas fragmentados que funcionan de manera parecida:
Scores de crédito privados (Equifax, Experian).
Calificaciones de plataformas (Uber, Airbnb).
Perfiles algorítmicos de Google, Meta, Amazon.
Sistemas de vigilancia en ciudades inteligentes.
La diferencia es que en Occidente son privados, y en China son estatales, pero en Occidente se critica ferozmente este sistema chino como una falta total de transparencia, posibilidad de abusos locales, dificultad para apelar sanciones. castigos desproporcionados por faltas menores y finalmente (lo cual es una realidad) el uso político de la vigilancia.
En Occidente —sobre todo en medios de Estados Unidos y Europa— el sistema de crédito social de China se presenta como el epítome del “estado policial digital”. 
Lo pintan como un “Gran Hermano absoluto”, un aparato totalitario que controla hasta lo más íntimo de tu vida. Los titulares suelen decir cosas como: “Si cruzas mal la calle en Shanghái, tu puntaje baja y no puedes volar”. 
Suena aterrador, y muchas veces lo es, pero hay varias capas que la narrativa occidental decadente tiende a ignorar o exagerar
Hay una gran hipocresía moral en Occidente porque muchas corporaciones privadas ya tienen sistemas de puntuación similares:
 Los llamados credit scores que determinan si puedes alquilar un apartamento, pedir un crédito, comprar un carro o conseguir un empleo y los algoritmos de redes sociales que deciden quién ve qué, según tu “comportamiento” en línea.
En Occidente los castigos los pone una empresa, en China los pone el Estado, y eso hace que se vea más “terrorífico” para los moralistas occidentales.
La prensa occidental mezcla noticias reales con mitos: como la idea de que todos los ciudadanos tienen un “puntaje único nacional” visible públicamente. 
En realidad, muchos programas son locales, sectoriales y fragmentados, pero la narrativa es que “China te vigila hasta el baño” porque criticar a China permite a ciertos sectores occidentales distraer de sus propios problemas: desigualdad, corrupción corporativa, espionaje digital masivo, manipulación de datos, vigilancia bancaria y crediticia.
Al final, Occidente dice “ellos son malos por controlar a la gente”, mientras hace lo mismo, pero de forma más sutil y privatizada.
Hay otro ángulo del problema y es el contraste cultural.
 En China este sistema es visto como “una forma de ordenar la sociedad”, más que un castigo moral absoluto. Pero en Occidente, la idea de que el gobierno pueda usar datos para sancionar comportamientos sociales choca con ciertos valores individuales como la libertad, privacidad y autonomía.
Pero esas libertades occidentales son a menudo ilusorias, porque los algoritmos corporativos ya están determinando tu vida diaria.
Occidente se rasga las vestiduras criticando a China, pintando un sistema estatal como totalitario y peligroso. 
Mientras tanto, los bancos, plataformas de redes sociales y compañías de seguros occidentales hacen exactamente lo mismo, decidiendo quién es “confiable” o “merecedor” con menos transparencia, más arbitrariedad y con pocas posibilidades reales de apelación. 
Occidente se llena la boca hablando del “crédito social chino”.
Cada vez que algún analista de Washington, Ottawa o Londres quiere lucir preocupado por la libertad humana, te suelta un sermón: “China controla a su población con algoritmos; es distópico, es orwelliano, es el fin de los derechos”.
Hermoso. Poético. Moralmente impecable. Pero totalmente hipócrita. 
Porque mientras Occidente acusa al dragón chino de vigilar, clasificar y castigar, hace lo mismo, solo que con traje y corbata, logo corporativo y sonrisa de anuncio de Apple.
En China, el Estado centraliza la vigilancia.
En Occidente, la vigilancia la ejercen Apple, Google, Meta, Amazon, Visa, Experian, Equifax, TransUnion, Uber, Airbnb, y un ejército de aseguradoras y bancos.
La diferencia es puramente estética. China lo hace desde el Partido.
Occidente lo hace desde Silicon Valley y Wall Street.  
Pero el resultado es idéntico: tus datos determinan tu acceso a la vida moderna.
El crédito social de China es un sistema que decide: si viajas, si alquilas, si pides un préstamo, si trabajas, si accedes a una oportunidad, si eres confiable socialmente
¿Y no es exactamente eso lo que ya existe en, digamos, Estados Unidos y Canadá? 
Equifax decide si puedes alquilar un apartamento.
MasterCard sabe dónde estabas ayer, a qué hora y con quién.
Meta sabe tus amistades, tus ideas políticas y tus impulsos.
Google sabe más de ti que tu madre.
Las aseguradoras ajustan tus primas por tu “comportamiento digital”.
Según la narrativa occidental, cuando China lo hace, es dictadura, cuando lo hace Occidente, es “innovación financiera”.
En China el estado vigila al ciudadano, en Occidente 100 empresas vigilan al ciudadano al mismo tiempo con la anuencia y complicidad del gobierno.
El ciudadano chino sabe quién manda. El ciudadano occidental cree que es libre mientras su teléfono le sopla todo al imperio corporativo.
El sistema chino es intrusivo, sí. Pero es visible. El sistema occidental es un pulpo de tentáculos privados que no le rinde cuentas a nadie.
No hay apelación ante Google, no hay tribunal contra Facebook y no hay juez que obligue a Equifax a tratarte con dignidad.
¿Desde cuándo una corporación es menos peligrosa que un gobierno?
Los medios occidentales repiten como robots: “Si cruzas mal la calle en China, no puedes volar.”
Pero no te dicen:
“Si tu crédito cae por una deuda médica injusta, en EE. UU y Canadá tampoco puedes alquilar, financiar un carro o conseguir trabajo.”
Te hablan del “puntaje social chino”, pero no del “algorithmic shadow ban” que te puede imponer cualquier plataforma digital sin que te enteres.
Te hablan de las cámaras en Shanghái, pero no del espionaje masivo de la NSA, que es el mayor programa de vigilancia de la historia moderna.
La indignación occidental es selectiva, interesada y, sobre todo, conveniente.
Occidente vive un colapso moral: familias rotas, adicciones, aislamiento, crisis de identidad, violencia, polarización, cinismo y una clase dirigente desconectada de la realidad y completamente corrupta. 
Para Occidente es mucho más fácil señalar con el dedo a China que admitir que la tan cacareada libertad es cada vez más una ilusión algorítmica y la privacidad es un recuerdo del siglo XX, y el ciudadano occidental está tan vigilado como cualquier otro, pero con peor control democrático.
¿Es China un ejemplo de libertad? No.  ¿Es Occidente un ejemplo de coherencia? Tampoco. 
China tiene un aparato digital de control brutal, sin duda. Pero Occidente tiene uno igual de profundo, solo que descentralizado, privatizado y disfrazado de conveniencia. Occidente critica a China no porque el sistema sea monstruoso, sino porque es un monstruo que ellos mismos crearon primero.
Big Data, vigilancia masiva, scoring algorítmico, predicción de comportamiento, monetización del individuo…Todo eso nació en Silicon Valley, no en Pekín. China simplemente lo llevó a un nivel estatal.


Related

Home 716102780257077429

Publicar un comentario

Sígueme en mis redes sociales


Te espero en mi canal de Youtube


Ayúdanos a difundir el mensaje

Archivo del blog

Paises que nos consultan

Flag Counter

Entradas populares

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

item
- Navigation -