EXILIO Y PARADOJA

 

Hay en la actualidad cierta cantidad de Youtubers cubanos que han salido de Cuba.

Una buena parte de la población ha salido de Cuba. Pero estos congéneres entienden y practican el salir de Cuba de una manera distinta.

Ellos no tuvieron o se vieron obligados a salir de Cuba impelidos por la urgente necesidad de Ley y Orden (sin Ley ni Orden no puede haber ni libertad ni democracia ni ninguno de los mantras que enarbola La Vulgata )

Son de la etnia emigrante a la cual califico muy benévolamente de “escapantes” porque ya ni siquiera califican como tales porque se van y regresan a la primera oportunidad y si escapas de un lugar, jamás puedes regresar, al menos eso es lo que la lógica indica.

Pero se está dando un fenómeno singular con estas personas: viven en España o en México y siguen recibiendo dinero y donaciones de sus seguidores y además en estos días de navidad y año nuevo destilan largas diatribas acerca de la familia, la soledad y el desarraigo.

¡Que equivocado anda el mundo actualmente!

El exilio cubano no nació con Wi-Fi, ni con donaciones, ni con seguidores enviando dinero “porque estás pasando trabajo”.

El exilio cubano nació solo, mojado, con frío, con hambre y sin testigos.

No llegué a Madrid a “documentar mi proceso: llegué a sobrevivir. Zapatos rotos bajo la lluvia, pantalones gastados y frío sin abrigos.

Días enteros sin que nadie preguntara si estaba bien, aunque eso no me molestaba en absoluto; yo estaba vivo y luchando, por tanto, estaba bien.

Y no, no me grabé llorando porque en aquella época no existía esa posibilidad y porque además llorar no resolvía ningún problema y también nadie iba a pagar por verme llorar.

Hoy una parte del exilio cubano es otra cosa, es una industria emocional, una economía del llanto, una fábrica de víctimas con cámara frontal.

Recién llegados, con teléfonos nuevos, cámaras decentes, seguidores fieles, sobres digitales llenos y apoyo constante… y aun así llorando como si hubieran descubierto el dolor humano.

Separación de la familia dicen, como si eso fuera nuevo. Como si los que emigramos antes no hubiéramos dejado padres, hijos, hermanos y vidas enteras atrás.   Antes el dolor no se cobraba. Ahora se factura.

Contrario a los que nos fuimos por una razón concreta y poderosa, estos nuevos personajes no buscan trabajo primero. Buscan narrativa, historia, ángulo, para crear lo que llamo lastima rentable.

Y la encuentran, porque hay un público que confunde solidaridad con mantenimiento y termina financiando la mediocridad emocional de adultos que jamás habrían resistido el exilio real.

Estoy seguro que muchos de estos nuevos “exiliados visibles” no habrían durado una semana en el exilio sin audiencia, sin PayPal, sin Zelle.

El exilio que no era de opereta no tenía tiempo para trauma performativo. Tenía que comer, pagar, aguantar humillaciones, tragarse el acento, no llamar a casa para no preocupar. Sufrimos la separación y el gorrión, por supuesto, pero nunca tratamos de romantizarlos.

Esta gente convierte el desarraigo en contenido, usa la nostalgia como gancho, por tanto, no son exiliados, son creadores de dependencia emocional

Emigrar, abandonar la familia, carreras, amigos y entorno, es enfrentarse a lo desconocido con decisión y fortaleza, es enfrentar la soledad, las lagrimas, el deseo de hablar tu idioma, de compartir con tus amigos de siempre, es la determinación de enfrentar el frio, la nieve, a veces el hambre con la convicción de que todo eso pasará y emergerás mas duro, mas fuerte y con mas experiencias y entonces si has hecho las cosas bien, la vida te será un poco mas llevadera.  Pero solo entonces, no ahora.