Es la Guerra Nuclear Una Posibilidad Real?
Por: Serge Marchand y Thierry Meyssan Extraido de la Red Voltaire Una guerra atómica entra en el campo de las cosas posibles. La paz mund...

Por: Serge Marchand y Thierry Meyssan
Extraido de la Red Voltaire
Una guerra atómica entra en el campo de las cosas posibles.
La paz mundial está en manos de Estados Unidos, que está siendo chantajeado tanto por los nacionalistas integristas ucranianos como por los sionistas revisionistas israelíes. Si Washington no les suministra armas para masacrar a la población rusa en Ucrania y exterminar a los habitantes palestinos de la franja de Gaza, esos elementos no vacilarán en desatar el Armagedón.
Ante la guerra en Ucrania y la matanza de palestinos
en Gaza, varios responsables políticos han comparado el periodo actual con los
años 1930 y han mencionado la posibilidad de una Guerra Mundial. ¿Son
justificados esos temores o se trata sólo de una retórica tendiente a
atemorizarnos?
Para dar respuesta a esa pregunta, vamos a resumir
aquí una serie de acontecimientos que la mayoría del público ignora, aunque los
especialistas sí los conocen. Lo haremos sin pasión, lo cual puede hacer que parezcamos
indiferentes a esos horrores.
En primer lugar, es importante ver las diferencias
entre los conflictos de Europa oriental y el Medio Oriente. Sólo tienen dos
puntos comunes:
No
representan, en sí mismos, pérdidas o ganancias de envergadura mundial sino
sólo derrotas de Occidente que, después de la derrota en Siria, evidenciarían
el fin de la hegemonía occidental sobre el mundo
Son
conflictos alimentados por una ideología fascista, que nutre a la vez la
ideología de los nacionalistas integristas ucranianos inspirados en las ideas
de Dimitro Dontsov y la de los sionistas revisionistas
israelíes seguidores de Zeev Jabotinsky
dos grupos que son aliados desde 1917 pero que subsistieron en la
clandestinidad y cuya existencia misma sigue siendo hoy desconocida para el
gran público.
Ambos
despliegan el mismo furor inhumano en el campo de batalla, pero los
nacionalistas integristas ucranianos sacrifican a sus conciudadanos (en Ucrania
prácticamente ya no quedan hombres válidos de menos de 30 años) mientras que
los sionistas revisionistas israelíes sacrifican a personas que no pertenecen a
su comunidad (los civiles árabes).
Los nacionalistas integristas ucranianos arremeten
constantemente contra Rusia, incluso en suelo ruso y en Sudán, mientras que los
sionistas revisionistas israelíes bombardean no sólo la franja de Gaza sino
también Líbano, Siria e Irán –más exactamente el territorio de Irán en Siria ya
que la embajada de Irán bombardeada por Israel en Damasco es territorio iraní.
Pero nadie responde a esos ataques. En el primer
caso, no han respondido Rusia, Egipto ni Emiratos Árabes Unidos, países
presentes en Sudán. En el segundo caso, el Hezbollah libanés, el Ejército Árabe
Sirio y los Guardianes de la Revolución iraníes han optado, hasta ahora, por no
responder.
Todos, incluyendo a Rusia, han preferido evitar una
réplica brutal del «Occidente colectivo», que llevaría a una Guerra Mundial.
Prefieren asimilar los golpes y aceptar sus pérdidas en vidas.
Una eventual generalización de la guerra ya no sería
simplemente de naturaleza convencional. Sería principalmente de carácter
nuclear.
Las capacidades militares convencionales de cada una
de las partes son conocidas, pero generalmente se desconocen sus capacidades
nucleares. Se sabe, sobre todo, que Estados Unidos es el único país que utilizó
armas nucleares estratégicas durante la Segunda Guerra Mundial y que Rusia dice
poseer actualmente armas nucleares hipersónicas, con las que no pueden
rivalizar las demás potencias.
Pero los expertos occidentales ponen en duda la
existencia misma de esos prodigiosos avances tecnológicos. ¿Cuál es entonces la
estrategia de las potencias nucleares?
Los medios de prensa occidentales también presentan
a Irán como un país dotado de armas nucleares, algo que Rusia y China
desmienten oficialmente.
Durante la guerra en Yemen, Arabia Saudita compró a
Israel bombas nucleares tácticas y las utilizó, pero no parece disponer de ese
tipo de armas de forma permanente ni haber dominado su tecnología.
Sólo Rusia realiza regularmente ejercicios de guerra
nuclear.
Los más recientes tuvieron lugar en octubre pasado,
partiendo de la premisa de que, ante un primer golpe nuclear contra su
territorio, Rusia perdería en sólo horas un tercio de su población. Basada en
ese planteamiento inicial, la simulación de conflicto nuclear realizada durante
ese ejercicio concluyó con la victoria de Rusia.
En definitiva, ninguna de las potencias nucleares se
plantea ser la primera en recurrir al arma nuclear porque todas saben que la
respuesta sería dramáticamente devastadora.
Israel, por el contrario, parece haber adoptado la
“doctrina Sansón” («¡Muera yo con los
filisteos!», según la fórmula atribuida a Sansón en su último momento). Por
consiguiente, Israel sería la única potencia nuclear que apuesta por el
sacrificio final, por el «Crepúsculo de
los Dioses», venerado por los nazis.
La doctrina nuclear militar de Israel ha sido objeto
de estudio en dos libros que la abordan de manera crítica: The Samson Option: Israel’s Nuclear Arsenal and American Foreign
Policy, de Seymour M. Hersh e Israel and the Bomb, de Avner Cohen .
En la doctrina israelí, el arma nuclear no se ve
como el clásico medio de disuasión sino como la garantía de que Israel no
vacilará en suicidarse con tal que de matar con él a todos sus enemigos.
Esa manera de pensar corresponde a lo establecido en
la “Directiva Hannibal”, según la
cual las fuerzas armadas de Israel deben matar a sus propios soldados antes que
permitir que el enemigo los haga prisioneros [5].
No está de más recordar que durante la “Guerra de
los Seis Días”, en junio de 1967, el primer ministro israelí de la época, el
ucraniano Levi Eshkol, ordenó preparar una de las dos bombas atómicas que
Israel poseía entonces para hacerla estallar no lejos de una base militar
egipcia en el monte Sinaí.
Aquel plan no llegó a ejecutarse porque las tropas
israelíes se impusieron rápidamente en el combate convencional. Pero si aquella
bomba atómica israelí hubiese sido utilizada, los efectos ulteriores de las
radiaciones habrían matado no sólo a egipcios sino también a israelíes.
Durante la “Guerra de Octubre” –conocida en
Occidente como la “Guerra de Yom Kipur”–, en octubre de 1973, la jefa del
gobierno de Israel, la ucraniana Golda Meir, y su ministro de Defensa, el
israelí de origen ucraniano Moshé Dayan, se plantearon nuevamente utilizar 13
bombas atómicas [7].
Mordechai Vanunu fue secuestrado por el Mosad en
Roma, por orden del entonces primer ministro y “padre” de la bomba atómica
israelí, el bielorruso Shimon Peres.
En Israel, Vanunu fue objeto de un juicio a puertas
cerradas y condenado a 18 años de cárcel, de los que pasó 11 años en
aislamiento total.
Más tarde fue condenado nuevamente a 6 meses de
cárcel por conceder una entrevista a determinado medio de prensa.
En 2009, el principal estratega israelí, Martín van
Creveld, declaraba: «Tenemos varios
cientos de ojivas atómicas y de cohetes y podemos golpear blancos en los cuatro
puntos cardinales, incluso Roma.
La
mayoría de las capitales europeas están entre los posibles blancos de nuestra
fuerza aérea (…) Todos los palestinos deben ser expulsados. Quienes luchan con
ese objetivo están esperando “la persona correcta y el momento correcto”.
Hace sólo 2 años, un 7 o un 8% de los israelíes opinaban que esa sería la mejor
solución.
Hace 2 meses ya eran un 33% y ahora, según su sondeo
de Gallup, son un 44%.»
También parece razonable pensar que ninguna potencia
nuclear, exceptuando a Israel, se atrevería cometer un acto que sería
irreparable.
Precisamente eso fue confirmado el 5 de noviembre
pasado por el ministro israelí de Patrimonio, Amichai Eliyahu –del partido Otzma Yehudit (Fuerza Judía)– a través
de la radio israelí Kol Berama.
Después de mencionar el posible uso del arma atómica
contra la franja de Gaza, este ministro israelí insistió: «Es una solución… es una opción.». Seguidamente comparó a los
habitantes de la franja de Gaza con «los nazis», asegurando que «no hay no
combatientes en Gaza» y que la población de ese territorio palestino no merece
ayuda humanitaria. «No hay gente no implicada en Gaza», afirmó.
Esas palabras suscitaron indignación en Occidente.
Pero sólo Moscú expresó sorpresa ante la ausencia de reacción del Organismo
Internacional de Energía Atómica (OIEA) [9].
Es muy probablemente esa la razón por la que
Washington sigue enviando armas a Israel mientras que, por otro lado, le exige
un alto al fuego inmediato en Gaza.
En
Washington estiman que si Estados Unidos cortara sus entregas de armamento a
Israel, el régimen de Tel Aviv recurriría al arma nuclear contra todos los
pueblos del Medio Oriente… incluyendo el pueblo israelí.
En Ucrania, los nacionalistas integristas habían
previsto chantajear a Estados Unidos con el mismo argumento, la amenaza nuclear
o, en su defecto, la amenaza de recurrir a las armas biológicas .
En 1994, Ucrania, que disponía de un amplio arsenal
de armas nucleares soviéticas, firmó el Memorándum de Budapest.
Estados Unidos, Reino Unido y Rusia le concedían en
ese documentos garantías de integridad territorial a cambio de la entrega de
todo aquel armamento nuclear a Rusia –sucesora de la URSS– y de que Kiev
firmara el Tratado de No Proliferación del armamento nuclear (TNP).
Pero, después del derrocamiento del presidente
ucraniano electo, Viktor Yanukovich, en 2014, los nacionalistas integristas se
esforzaron en “renuclearizar” Ucrania, algo que consideraban indispensable para
alcanzar el objetivo que ellos se planteaban: borrar Rusia de la faz de la Tierra.
El 19 de enero de 2022, el presidente ucraniano,
Volodimir Zelenski, anunció en la Conferencia de Seguridad de Múnich su
intención de derogar el Memorándum de Budapest para dotarse de armas nucleares.
Cinco
días después de aquella declaración de Volodimir Zelenski, Rusia inició su
operación militar especial contra Kiev, en aplicación de la resolución 2202 del
Consejo de Seguridad de la ONU.
Rusia se planteó como objetivo archiprioritario de
su operación militar especial en Ucrania la captura de las reservas secretas –e
ilegales– de uranio enriquecido que Kiev venía acumulando. En los primeros 8
días de combates, el ejército ruso ocupó la central nuclear de Zaporijia, la
más grande de Europa.
El enviado especial del Wall Street Journal al Foro
de Davos sobre el programa nuclear iraní, Laurence Norman, relató en Twitter la
declaración del argentino Rafael Grossi sobre el programa nuclear ucraniano,
pero sin publicar artículo alguno sobre ese tema.
La información fue confirmada por otro periodista,
del New York Times, también en Twitter.
Según el argentino Rafael Grossi, director general
del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), quien 3 meses más tarde
–el 25 de mayo– abordaba el tema en el Foro de Davos, Ucrania había acumulado
en secreto 30 toneladas de plutonio y 40 toneladas de uranio en Zaporijia.
Al precio del mercado internacional, eso
representaba al menos 150 000 millones de dólares.
El presidente ruso, Vladimir Putin, declaraba
entonces: «Lo único que le falta [a Ucrania] es un sistema de enriquecimiento
de uranio.
Pero eso es una cuestión técnica y para Ucrania no
es un problema insoluble.»
En aquel momento, el ejército ruso ya había retirado
de Zaporijia gran parte del material ilegalmente acumulado allí.
Los combates en la región se prolongaron durante
meses. De haber tenido en su poder aquel material, los nacionalistas
integristas ucranianos habrían hecho lo mismo que los sionistas revisionistas
israelíes están haciendo ahora: habrían exigido cada vez más armamento y, ante
una negativa, habrían amenazado con recurrir al arma nuclear, o sea iniciar el
Armagedón.
Volvamos a los campos de batalla de hoy. ¿Qué
observamos en ellos? En Ucrania, las potencias occidentales ponen en manos de
los nacionalistas integristas ucranianos un arsenal impresionante.
Lo mismo hacen en Palestina, aunque en menor
proporción, con los sionistas revisionistas israelíes.
Pero no tienen ninguna esperanza razonable de hacer
retroceder a los rusos, ni de exterminar totalmente a la población de Gaza.
Sólo han logrado vaciar sus propios arsenales, sacrificar a prácticamente todos
los ucranianos en edad de combatir y aislar diplomáticamente al Estado renegado
que es Israel.
El mismo Moshé Dayan decía que «Israel tiene que ser como un perro rabioso, demasiado peligroso para
que nadie logre controlarlo.»
Tenemos que preguntarnos si esas consecuencias,
aparentemente catastróficas, pueden ser más bien objetivos.
El mundo se vería entonces dividido en dos, como en
tiempos de la guerra fría, pero Israel se habría convertido en un elemento tan
impresentable que sus aliados occidentales ya no se atreverían a seguir
frecuentándolo abiertamente.
En Occidente, los anglosajones seguirían siendo los
amos, sobre todo porque serían los únicos que todavía dispondrían de armamento
ya que sus aliados habrían enviado el suyo a Ucrania.
Mientras tanto Israel, tan aislado como a finales de
los años 1970 y a principios de los años 1980 –cuando sólo era abiertamente
reconocido por el régimen sudafricano del apartheid–, seguiría cumpliendo la
misión que le fue confiada desde el primer momento: movilizar al servicio del
Imperio la diáspora judía, temerosa de una nueva ola antisemita.
Por eso se encuentran ahora en una situación
inextricable. Los nacionalistas integristas ucranianos y los sionistas
revisionistas israelíes los chantajean, pero ellos siguen tratando de
manipularlos para dividir el mundo en dos bandos y preservar algo de su antigua
supremacía.
Publicar un comentario